Estoy
sentada en una silla frente a la ventana mirando el cielo sin ver, en
realidad, cómo las nubes pasean por lo azul del universo, o cómo el Sol
se filtra a través de ellas.
Recuerdo
mirar al cielo después de estar juntos; mirar por la ventana y ver
cómo se iba oscureciendo o iluminando el cielo, dependiendo del momento
del día. Y cómo, para ver qué efectos tenía el tiempo en nosotros,
giraba la cabeza y te miraba viendo como tu piel iba cambiando
de matiz mientras tu dormías, descansado y relajado con esa
respiración profunda que me arrullaba todas las noches hasta los
brazos de Morfeo y sin la cual siempre me ha costado mucho conciliar
el sueño.
Los
días sin ti se hacen eternos y en lo único en lo que pienso es en
el tiempo que pasamos juntos y en lo felices que fuimos para que
todos estos años hayan pasado tan deprisa y sin darme cuenta. O
casi, ya que nos han pasado cosas maravillosas que nos hacían darnos
cuenta del paso del tiempo: la llegada de nuestros niños, sus
marchas de casa, la llegada de nuestros nietos... Cosas que sin duda
jamás olvidaré y que, estoy segura, tu tampoco has olvidado allá
donde quiera que estés.
A mi
tampoco me queda mucho tiempo, lo sé, así que intento disfrutar del
tiempo que me queda como te prometí porque pienso contarte todo lo
que te estás perdiendo porque te has adelantado a todos y has
comenzado tu viaje.
Sé
que te prometí disfrutar de la vida que me queda y no
pienso faltar a mi palabra, pero se hace difícil. Cuando te conocí
no concebía la vida sin ti y ahora, sin embargo, no estás y aún
sin poder concebir una vida sin ti estoy aquí luchando. Y si lucho
es por ti, porque sé que cuando nos encontremos sabrás con solo
mirarme que he faltado a mi palabra y no me perdonarás jamás el no
haber sido feliz sin ti. Pero se hace tan difícil. Levantarme, ver a los niños, estar con los nietos, cocinar para uno
o para todos menos para ti, incluso leer se hace difícil porque cada
vez que leía tu efusividad y amor me interrumpía para mostrarme
cuanto me amabas ya fuera una interrupción larga o de pocos
segundos. Aun así siempre era una interrupción eterna que hacía
que me relajara y viera la vida con más calma.
Tenerte
todos estos años conmigo ha sido lo mejor que me ha podido pasar. No
cambiaría ninguno de los momentos que pasamos, ni siquiera las
discusiones por muy fuertes que hayan sido. Porque la ferocidad de
esas discusiones hacían mucho más feroz nuestro amor. Quizás me arrepienta de las
palabras dichas, de las palabras que tu dijiste pero no serviría de
nada porque a pesar de ellas pasamos por lo que pasamos y llegamos
hasta donde llegamos. Porque a pesar de ellas estamos donde estamos
aunque tu estés de viaje y yo aun no haya salido y esté en la
estación esperando el próximo tren.
Un
tren que me llevará hasta ti y que nos llevará juntos hasta nuestra
próxima gran aventura.
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