11/12/13

Nuestra próxima gran aventura

Estoy sentada en una silla frente a la ventana mirando el cielo sin ver, en realidad, cómo las nubes pasean por lo azul del universo, o cómo el Sol se filtra a través de ellas.

Recuerdo mirar al cielo después de estar juntos; mirar por la ventana y ver cómo se iba oscureciendo o iluminando el cielo, dependiendo del momento del día. Y cómo, para ver qué efectos tenía el tiempo en nosotros, giraba la cabeza y te miraba viendo como tu piel iba cambiando de matiz mientras tu dormías, descansado y relajado con esa respiración profunda que me arrullaba todas las noches hasta los brazos de Morfeo y sin la cual siempre me ha costado mucho conciliar el sueño.

Los días sin ti se hacen eternos y en lo único en lo que pienso es en el tiempo que pasamos juntos y en lo felices que fuimos para que todos estos años hayan pasado tan deprisa y sin darme cuenta. O casi, ya que nos han pasado cosas maravillosas que nos hacían darnos cuenta del paso del tiempo: la llegada de nuestros niños, sus marchas de casa, la llegada de nuestros nietos... Cosas que sin duda jamás olvidaré y que, estoy segura, tu tampoco has olvidado allá donde quiera que estés.

A mi tampoco me queda mucho tiempo, lo sé, así que intento disfrutar del tiempo que me queda como te prometí porque pienso contarte todo lo que te estás perdiendo porque te has adelantado a todos y has comenzado tu viaje.

Sé que te prometí disfrutar de la vida que me queda y no pienso faltar a mi palabra, pero se hace difícil. Cuando te conocí no concebía la vida sin ti y ahora, sin embargo, no estás y aún sin poder concebir una vida sin ti estoy aquí luchando. Y si lucho es por ti, porque sé que cuando nos encontremos sabrás con solo mirarme que he faltado a mi palabra y no me perdonarás jamás el no haber sido feliz sin ti. Pero se hace tan difícil. Levantarme, ver a los niños, estar con los nietos, cocinar para uno o para todos menos para ti, incluso leer se hace difícil porque cada vez que leía tu efusividad y amor me interrumpía para mostrarme cuanto me amabas ya fuera una interrupción larga o de pocos segundos. Aun así siempre era una interrupción eterna que hacía que me relajara y viera la vida con más calma.

Tenerte todos estos años conmigo ha sido lo mejor que me ha podido pasar. No cambiaría ninguno de los momentos que pasamos, ni siquiera las discusiones por muy fuertes que hayan sido. Porque la ferocidad de esas discusiones hacían mucho más feroz nuestro amor. Quizás me arrepienta de las palabras dichas, de las palabras que tu dijiste pero no serviría de nada porque a pesar de ellas pasamos por lo que pasamos y llegamos hasta donde llegamos. Porque a pesar de ellas estamos donde estamos aunque tu estés de viaje y yo aun no haya salido y esté en la estación esperando el próximo tren.

Un tren que me llevará hasta ti y que nos llevará juntos hasta nuestra próxima gran aventura.